En España, los
cómics americanos son más conocidos por los señores en mallas que
por otra cosa. En mi caso, de hecho, es casi automático pensar en
cómic yanqui y relacionarlo con capas, superpoderes o garras de
adamantium. Y la verdad es que, de un tiempo a esta parte, buscar
superhéroes más allá de Marvel y DC es perder el tiempo, visto que
hasta los de Wildstorm (Apollo y Midnighter, los superhéroes gayer
por antonomasia, mismamente) se han pasado a DC. Ahí, vendiéndose a
las multinacionales, como V de Vendetta y sus máscaras. Sí, hay
casos especiales, como Invencible, pero no es normal que editoriales como Image o IDW
saquen cosas así, y tengamos en cuenta que Invencible lo escribe
Robert Kirkman, el hombre famoso por escribir Muertos Vivientes y
adorado por mí por tener las pelotas de empezar una serie con Rob Liefeld (juro que si algún día encuentro el tomo de El Infinito en
un sitio con mas del 30% de descuento lo compro sólo por lo mierda
que es). Así que realmente, esa identificación de lo yanqui con supertipos y mutantes es algo patrimonio de las dos grandes editoriales, con lo que las otras se tienen que buscar la vida con otro tipo de historias, muchas veces teniendo en cuenta que al capo absoluto de una compañía le guste y pueda poner su sellito de "ideado por" o "avalado por", y cuando nos referimos al capo, no es el CEO de toda la vida, sino Robert Kirkman, que parece que manda más que el jefe de la empresa. Y es precisamente esa compañía, Image Comics, la que ha
sacado el cómic que nos ocupa, que como ya habréis podido suponer, de superhéroes (por suerte o por desgracia) no tiene nada.
Un cómic en el que se corta un cordón umbilical con los dientes debe ser bueno por fuerza |
Pero empecemos por
la generalización: ¿qué leches es Saga? Pues Saga es un empacho de
Edgar Rice Burroughs y Flash Gordon pasado por el tamiz
medio-costumbrista de Brian K. Vaughan, el HOMBRE que escribió aquella
primera línea argumental de Runaways que aún me hace babear por
litros. Es la historia de la hija de sus dos protagonistas incluso
más que la de la propia narradora. De hecho, como queriendo hacer
una bonita metáfora, la historia empieza con el nacimiento de la
niña con alas de hada y cuernos. Sí, con alas de hada y cuernos.
Tiene las alas de la madre y los cuernos (literales) del padre.
Vaughan (nada que ver con los cursos de inglés) nos sitúa en un
planeta enfrentado en guerra civil a su propia luna, y nos va
contando la historia de amor de dos personajes dispares: un preso de
guerra objetor de conciencia jipioso llamado Marko, con cuernos de
macho cabrío, espada y conocimientos de magia y que te podrías
encontrar en cualquier plaza intergaláctica acampando y tomándose
cañas con el equivalente marciano de Willy Toledo; y su “novia”
Alana, su carcelera ex-militar traidora al imperio y que admite que
vale la pena guardarse una pistola láser “pa por si acaso”. Y a tenor de lo que les va pasando, Alana tiene razón, porque no paran de mandar gente cada vez más rara a perseguirles.
Eso permite que aparezcan por aquí y por allá, amén de la parejita, otros personajes gloriosos como fantasmas con las tripas colgando, putas con solo cabeza y piernas con mallas de rejilla y gatos gigantes que saben cuando mientes. Como siempre, unos ayudando y otros persiguiéndolos, y los que son arañas gigantes, como está mandado, dando muy mal rollito y siendo muy malas, que para eso son arañas gigantes. La cosa es que como aún sólo he leído el primer volumen de la serie no sé cuánto peso tendrán en la trama, o si son simples comparsas de los dos protagonistas o enemigos que parezcan más un "monster of the week" que caerá en pocos números que némesises (no se como es el plural de "némesis", denunciadme) en toda regla. Lo que está claro es que estos secundarios llevan bien gorda la etiqueta de "molar" encima. Bueno, la etiqueta de molar o no, porque siempre parecen empeñados en mostrarnos las miserias de cada personaje y la parte en la que son normales fuera de la propia historia. Vamos, cumplen el deseo de toda esa gente que ve una película larga y se pregunta "¿pero esta gente es que no come ni caga nunca o qué?"
Y concretamente, los sicarios comen cereales |
El como está
dibujado Saga merece apartado aparte, porque Fiona Staples es una de
esas dibujantes de cómics que parece que no dibujan cómics sino que
hacen los dibujos al óleo, con ciertas ínfulas de artista, textos
sin bocadillos, muchos colores y mucha concentración en los
paisajes. Yo no tengo nada en contra, dicho sea de paso, pero se
puede hacer raro y sonar a un gafapastismo que en absoluto es lo que
pretende esta señora (o señorita, yo que se), que lo mismo te
dibuja el pene de un robot que la chaqueta a lo Lando Calrissian de
un sicario del emperador robot al que acabas de verle el pene hace
cuatro páginas. Porque en parte ese es el juego al que parecen jugar
siempre estos dos autores, a casar esa épica de la caza, la huida,
la familia y las guerras interplanetarias con los problemas de
disfunción eréctil de bio-robots con cabeza de televisión, las
quejas de una chica porque su novio la verá cagarse mientras da a
luz o la solitaria vida del cazarrecompensas comedor de cereales. Lo
glorioso con lo mundano, por así decir. Lo grande con lo que a todos
nos hace gracia, que son los chistes de pollas y caca.
Los bio-roboces del espacio y los humanos no somos tan diferentes. |
Pero decir más sería arruinar un cómic cuya mayor gracia, aparte de jugar al juego de “esto lo has sacado de Flash Gordon y esto de Star Trek”, es precisamente encontrarse con de qué demonios va cuando no lo sabes. A mí, personalmente, y teniendo en cuenta esta premisa, Saga
me ha divertido bastante y espero con avidez el segundo volumen, no
vaya a ser como esa magna obra de Robert Kirkman llamada El Infinito,
cuya última viñeta antes de la cancelación decía “-Esto es el
principio de algo muy gordo”. En serio, no sois conscientes de lo
mierda que es ese cómic. Saga no. Saga mola mucho.
Inserte aquí su referencia en tropo al nacimiento de la niña, la serie y el propio blog. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario