Tú no engañas a nadie con esa calavera, llave |
Cuando me enteré de que Stephen King
tenía un hijo, no me lo pude creer, con lo feo que es el pobre.
Hasta los feos tenemos suerte, se ve (podría haber tenido una hija y
haber creado un nuevo efecto Steven Tyler, copón). Cuando me enteré
que encima escribía libros me dije que sería el típico pelota al
que su padre no le hace caso y hace lo mismo que él buscando su
aprobación o que sería un caso como Christopher Tolkien o el hijo
de Frank Herbert, que son dos gilipollas integrales y que han
asesinado repetidamente las sagas creadas por sus padres. Pero por
suerte, Joe Hill no se parece tanto a su padre como uno pensaría, y
por lo que pone en Twitter, es un tío bastante majete que eligió un
pseudónimo bastante alejado del de su padre por aquello de que, al
menos en principio, no se les relacionara... lo que pasa es que todos
sabemos que aquí se sabe to ¿no? No he leído El Traje del Muerto,
pero sí he leído Cuernos. No es que sea la historia más intrincada
del mundo, pero sí es una novela con personajes muy bien tratados,
muy bien desarrollados y muy interesantes, y pese a que su estilo no
presta tanta atención a los detalles y las descripciones como su
padre, sí que tiene un ritmo muy majo, y en eso (y alguno me matará)
hasta me gusta más que Estifen.
A mí, me guztó. |
Por eso me lancé a coger el primer
tomo de Locke and Key, la serie de cómics guionizada por este señor,
titulada Bienvenidos a Lovecraft, no sin algo de miedo, porque las
referencias a Lovecraft porque sí me enrojecen el ano de una forma
épica (miedos disipados tras leerlo, Lovecraft es el nombre de un
sitio, respirad abanderados del “esto está mas quemao que...”
como yo). Después de leerlo encuentro el mismo tratamiento de los
personajes, el mismo cuidado en crear psiques alteradas, historias
tristes, traumáticas, sangrientas pero sin pasarse, la capacidad de
introducir lo sobrenatural en un ambiente familiar creando la tensión
justa y el mismo ritmo que ya leí en su novela.
Lo cierto es que la historia la hemos
visto/leído/jugado mil veces: tras un traumático hecho, en este
caso el asesinato del padre, la familia se muda a una nueva casa
tratando de huir de su pasado, pero esta casa guarda un terrible
secreto... vamos, un poco como el Resplandor, pero sin padre que
volverse loco, y con un niño que curiosea pero no tiene poderes ni
le habla a su dedo. El motor aquí no es el descenso a la locura de
nadie, sino precisamente cómo va evolucionando la historia a través
de las relaciones entre personajes y del item fundamental de la
historia: las Llaves. Ese típico ítem de película de casa
encantada clásica que parece fundamental para todos los personajes
menos para la familia implicada, que se la encuentra un poco de
casualidad, porque por lo general son bastante tontilanos. Las Llaves
tienen poderes, cambian cosas, son sobrenaturales, todos las tienen,
las quieren y matan por ellas, como si formaran parte de un puzzle
gigante que sólo se apunta en este primer arco argumental pero que
implica al menos dos generaciones de los Locke y abren puertas
argumentales a la vez que abren las de la casa y los poderes. Sí,
esto último es una pedantería que habréis leído un huevo de veces
sobre otras novelas y comics de misterio, pero como ya digo, si algo
es interesante en este cómic, y más concretamente en este primer
volumen, son sus personajes. Entre los que destacan, a mi entender,
tres por encima de todos:
Decidme si no tiene cara de hijoputa |
Sam Lesser: el culpable del asesinato
del padre junto con un colega rapado y pervertido. Un tío que,
internado en un psiquiátrico, se estuvo comunicando con un espíritu
a través de la taza del váter para que le librase de aquel
infierno, le diera una nueva cara y le ayudara a conseguir una nueva
vida. Sam Lesser no tiene ni un atisbo de bondad, cosa que me gusta
de los asesinos de Hill, porque si son malos y psicóticos ¿pa qué
coño tienes que mitigar? Cualquier tipo de redención que se le
pudiera aplicar viene de su estupidez y sus ansias insanas de
conseguir sus objetivos. Un auténtico genio del mal producto de una
familia que ninguneaba su inteligencia y le maltrataba, y con
tendencias sangrientas desde el instituto, donde se libraba de los
matones a mordiscos. Un chico involuntariamente criado para matar,
tranquilo, sereno, como si el asesinato fuera algo natural, sin
escrúpulos y prácticamente sin cambiar el gesto, algo muy bien
conseguido por el dibujante Gabriel Rodríguez, quien dibuja a un Sam
siempre hierático y mirando al infinito. Para mí, el caso más
claro de esta creación psicológica de Hill.
¿Andrógina decís? You've got a big one coming. |
Legión: el mayor misterio de este
cómic, aparte de los poderes de las llaves, es precisamente Legión.
El espíritu del pozo de la mansión de los Locke, quien engaña a
todos y parece estar atado por ese tipo de juramentos y códigos de
los fantasmas. Y que, sin embargo, a veces se los salta a la torera y
tiene corporeidad, lo que hace que uno se pregunte qué coño es ese
ser. Sabemos apenas un par de cosas sobre ella, pero es una de las
razones por las que seguramente el segundo volumen caiga en el
momento menos pensado. Parece que se pueden trazar relaciones con
todo el mundo con respecto a ella, y lo cierto es que me parece tan
bueno ya no por lo que ya he visto sino por toda la potencialidad que le
veo en otras entregas (que por supuesto no tengo, si no me extendería más, coño).
Es que mira que tiene cara tonto ¿eh? |
Bode Locke: el niño con el estúpido
nombre, porque mira que el nombre que tiene... pero a lo que iba,
Bode es el típico niño que sirve como acicate para la historia,
porque su curiosidad y su ser como niño le hacen no tener filtro.
Sus ideas no pasan por montaje, y por eso se dedica a hacer uso de
las llaves el primero, contárselo a su hermana, y por supuesto,
generar esa parte de la historia en la que nadie le toma en serio.
Porque es un niño. Un niño que intenta pescar latas en un río. Es
hasta algo tonto, y eso es precisamente lo que me gusta de él, que
no es el típico niño que al final dará una lección a sus padres
de nada, porque si hace cosas que no debería hacer, como hablar con
fantasmas, usar llaves que te convierten en espíritu o hacerle
bromas ectoplásmicas a su hermano no es porque sea un rebelde o un
dotado, es porque es tonto del culo.
Hay más, claro, y hay episodios
enteros dedicados a la chica rastapijiflauta de la familia (que
contiene una frase GLORIOSA sobre usar camisetas), pero realmente no
tienen tanta chicha como esos tres, y se quedan en personajes
necesarios para el desarrollo pero que... bueno, pues ahí están
¿no?
El dibujo es curioso para el estilo de
la historia, porque parece muy cartoon, con sus ojos enormes, sus
barbillas pronunciadas, su simplismo y su poco detalle en muchas
ocasiones. Pero es ahí donde veo el desligue de Hill con su padre
del que hablaba al principio: si hubiera sido un cómic donde King
decidiera el dibujante, sería Bryan Hitch, o Brian Bolland, o
cualquier otro Bryan que tardara eones en hacer las entregas porque
tienen una atención al detalle desopilante. Pero Hill quiere un
dibujante efectivo, rápido, que te explique la historia y sepa lo
que tiene que contar y poco más. Si es vistoso, como es el caso,
mejor, pero nada de complicaciones, estamos contando una historia, no
haciendo un jodido cuadro... y en ese sentido, acierta, porque
secuencialmente todo está muy clarito, muy bien explicadito y es muy
sencillo, y el peso de la historia lo lleva quien lo tiene que
llevar, que es el guionista.
No hay historia de Joe Hill sin, al menos, un hippioso y un redneck |
En definitiva, fuera de las mallas
(algún día escribiré artículos de gente en pijama pegando
guantazos), uno de los cómics que más me han gustado este año de
uno de los autores que más me han sorprendido estos últimos meses.
Un pequeño tochete que sin embargo se lee sin sentir, con su
misterio y sus puntos de humor, algunos más negros que otros, para
destensar. No de lectura obligada porque yo no obligo a nadie... ¿o
sí? Debería obligar: LEEDLO, OS LO ORDENO.
Tú tampoco engañas a nadie, Sam. Tienes cara de hijoputa hasta de espaldas |
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