domingo, 6 de enero de 2013

Locke and Key: Bienvenidos a Lovecraft. El niño tonto y las llaves.

Tú no engañas a nadie con esa calavera, llave

Cuando me enteré de que Stephen King tenía un hijo, no me lo pude creer, con lo feo que es el pobre. Hasta los feos tenemos suerte, se ve (podría haber tenido una hija y haber creado un nuevo efecto Steven Tyler, copón). Cuando me enteré que encima escribía libros me dije que sería el típico pelota al que su padre no le hace caso y hace lo mismo que él buscando su aprobación o que sería un caso como Christopher Tolkien o el hijo de Frank Herbert, que son dos gilipollas integrales y que han asesinado repetidamente las sagas creadas por sus padres. Pero por suerte, Joe Hill no se parece tanto a su padre como uno pensaría, y por lo que pone en Twitter, es un tío bastante majete que eligió un pseudónimo bastante alejado del de su padre por aquello de que, al menos en principio, no se les relacionara... lo que pasa es que todos sabemos que aquí se sabe to ¿no? No he leído El Traje del Muerto, pero sí he leído Cuernos. No es que sea la historia más intrincada del mundo, pero sí es una novela con personajes muy bien tratados, muy bien desarrollados y muy interesantes, y pese a que su estilo no presta tanta atención a los detalles y las descripciones como su padre, sí que tiene un ritmo muy majo, y en eso (y alguno me matará) hasta me gusta más que Estifen.

A mí, me guztó.


Por eso me lancé a coger el primer tomo de Locke and Key, la serie de cómics guionizada por este señor, titulada Bienvenidos a Lovecraft, no sin algo de miedo, porque las referencias a Lovecraft porque sí me enrojecen el ano de una forma épica (miedos disipados tras leerlo, Lovecraft es el nombre de un sitio, respirad abanderados del “esto está mas quemao que...” como yo). Después de leerlo encuentro el mismo tratamiento de los personajes, el mismo cuidado en crear psiques alteradas, historias tristes, traumáticas, sangrientas pero sin pasarse, la capacidad de introducir lo sobrenatural en un ambiente familiar creando la tensión justa y el mismo ritmo que ya leí en su novela.

Lo cierto es que la historia la hemos visto/leído/jugado mil veces: tras un traumático hecho, en este caso el asesinato del padre, la familia se muda a una nueva casa tratando de huir de su pasado, pero esta casa guarda un terrible secreto... vamos, un poco como el Resplandor, pero sin padre que volverse loco, y con un niño que curiosea pero no tiene poderes ni le habla a su dedo. El motor aquí no es el descenso a la locura de nadie, sino precisamente cómo va evolucionando la historia a través de las relaciones entre personajes y del item fundamental de la historia: las Llaves. Ese típico ítem de película de casa encantada clásica que parece fundamental para todos los personajes menos para la familia implicada, que se la encuentra un poco de casualidad, porque por lo general son bastante tontilanos. Las Llaves tienen poderes, cambian cosas, son sobrenaturales, todos las tienen, las quieren y matan por ellas, como si formaran parte de un puzzle gigante que sólo se apunta en este primer arco argumental pero que implica al menos dos generaciones de los Locke y abren puertas argumentales a la vez que abren las de la casa y los poderes. Sí, esto último es una pedantería que habréis leído un huevo de veces sobre otras novelas y comics de misterio, pero como ya digo, si algo es interesante en este cómic, y más concretamente en este primer volumen, son sus personajes. Entre los que destacan, a mi entender, tres por encima de todos:

Decidme si no tiene cara de hijoputa
Sam Lesser: el culpable del asesinato del padre junto con un colega rapado y pervertido. Un tío que, internado en un psiquiátrico, se estuvo comunicando con un espíritu a través de la taza del váter para que le librase de aquel infierno, le diera una nueva cara y le ayudara a conseguir una nueva vida. Sam Lesser no tiene ni un atisbo de bondad, cosa que me gusta de los asesinos de Hill, porque si son malos y psicóticos ¿pa qué coño tienes que mitigar? Cualquier tipo de redención que se le pudiera aplicar viene de su estupidez y sus ansias insanas de conseguir sus objetivos. Un auténtico genio del mal producto de una familia que ninguneaba su inteligencia y le maltrataba, y con tendencias sangrientas desde el instituto, donde se libraba de los matones a mordiscos. Un chico involuntariamente criado para matar, tranquilo, sereno, como si el asesinato fuera algo natural, sin escrúpulos y prácticamente sin cambiar el gesto, algo muy bien conseguido por el dibujante Gabriel Rodríguez, quien dibuja a un Sam siempre hierático y mirando al infinito. Para mí, el caso más claro de esta creación psicológica de Hill.

¿Andrógina decís?
You've got a big one coming.
Legión: el mayor misterio de este cómic, aparte de los poderes de las llaves, es precisamente Legión. El espíritu del pozo de la mansión de los Locke, quien engaña a todos y parece estar atado por ese tipo de juramentos y códigos de los fantasmas. Y que, sin embargo, a veces se los salta a la torera y tiene corporeidad, lo que hace que uno se pregunte qué coño es ese ser. Sabemos apenas un par de cosas sobre ella, pero es una de las razones por las que seguramente el segundo volumen caiga en el momento menos pensado. Parece que se pueden trazar relaciones con todo el mundo con respecto a ella, y lo cierto es que me parece tan bueno ya no por lo que ya he visto sino por toda la potencialidad que le veo en otras entregas (que por supuesto no tengo, si no me extendería más, coño).

Es que mira que tiene cara tonto ¿eh?
Bode Locke: el niño con el estúpido nombre, porque mira que el nombre que tiene... pero a lo que iba, Bode es el típico niño que sirve como acicate para la historia, porque su curiosidad y su ser como niño le hacen no tener filtro. Sus ideas no pasan por montaje, y por eso se dedica a hacer uso de las llaves el primero, contárselo a su hermana, y por supuesto, generar esa parte de la historia en la que nadie le toma en serio. Porque es un niño. Un niño que intenta pescar latas en un río. Es hasta algo tonto, y eso es precisamente lo que me gusta de él, que no es el típico niño que al final dará una lección a sus padres de nada, porque si hace cosas que no debería hacer, como hablar con fantasmas, usar llaves que te convierten en espíritu o hacerle bromas ectoplásmicas a su hermano no es porque sea un rebelde o un dotado, es porque es tonto del culo.

Hay más, claro, y hay episodios enteros dedicados a la chica rastapijiflauta de la familia (que contiene una frase GLORIOSA sobre usar camisetas), pero realmente no tienen tanta chicha como esos tres, y se quedan en personajes necesarios para el desarrollo pero que... bueno, pues ahí están ¿no?

El dibujo es curioso para el estilo de la historia, porque parece muy cartoon, con sus ojos enormes, sus barbillas pronunciadas, su simplismo y su poco detalle en muchas ocasiones. Pero es ahí donde veo el desligue de Hill con su padre del que hablaba al principio: si hubiera sido un cómic donde King decidiera el dibujante, sería Bryan Hitch, o Brian Bolland, o cualquier otro Bryan que tardara eones en hacer las entregas porque tienen una atención al detalle desopilante. Pero Hill quiere un dibujante efectivo, rápido, que te explique la historia y sepa lo que tiene que contar y poco más. Si es vistoso, como es el caso, mejor, pero nada de complicaciones, estamos contando una historia, no haciendo un jodido cuadro... y en ese sentido, acierta, porque secuencialmente todo está muy clarito, muy bien explicadito y es muy sencillo, y el peso de la historia lo lleva quien lo tiene que llevar, que es el guionista.

No hay historia de Joe Hill sin, al menos, un hippioso y un redneck


En definitiva, fuera de las mallas (algún día escribiré artículos de gente en pijama pegando guantazos), uno de los cómics que más me han gustado este año de uno de los autores que más me han sorprendido estos últimos meses. Un pequeño tochete que sin embargo se lee sin sentir, con su misterio y sus puntos de humor, algunos más negros que otros, para destensar. No de lectura obligada porque yo no obligo a nadie... ¿o sí? Debería obligar: LEEDLO, OS LO ORDENO.  

Tú tampoco engañas a nadie, Sam. Tienes cara de hijoputa hasta de espaldas

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